PATA DE PERRO
* La única mierda que tenemos
Por RAMIRO GOMEZ-LUENGO
Cada sábado, la calle de Saturno se alinea entre Luna y Sol para darle cabida al único mal necesario de esta ciudad: el Bazar del Chopo, que tras 26 años de existencia sigue siendo el reducto favorito de las tribus chilangas eternamente incomprendidas, llámense darketos, góticos, ponquetos, jipitecas o simples rucanrruleros.
Surgido con motivo de una exposición en el Museo del Chopo de portadas de discos de rock, el bazar pasó rápidamente de ser un simple punto de encuentro para que los roqueros intercambiaran sus entonces discos de vinil, a un tianguis donde lo mismo se conseguían grabaciones imposibles, que se ofertaba ropa de onda, se hacían tatuajes y perforaciones, sin olvidar venta de libros, películas y conciertos gratuitos.
La inesperada concurrencia de tanto melenudo contestario en un país donde está prohibido ser joven no pudo causar más que la represión por parte de las autoridades, quienes, tras argumentar la presencia de pandillas y drogas, desterraron el bazar a las desoladas calles de la otrora industriosa Santa María Insurgentes.
Aquello duró muy poco, una vez que el entonces delegado en Cuauhtémoc, Enrique Jackson Ramírez, quien hoy se ostenta como demócrata y tolerante a tal grado que incluso fue precandidato a la Presidencia de la República, lugar que finalmente cedió al Don Corleone de la política mexicana, Roberto Madrazo, envió al bazar a un grupo de porros que le dieron tal golpiza a quienes se hallaban en el lugar, que una de las víctimas, mejor conocida como Rockdrigo, aprovechó el tiempo que pasó en el hospital recuperándose para componer una de sus mejores rolas: Asalto Chido.
Fue tan burda la maniobra de las autoridades por desacreditar al bazar para eliminarlo, que en un acto de arrepentimiento proselitista el nuevo delegado le prestó a los choperos un tramo de la calle Saturno, (que en las dos primeras cuadras se llama Aldama) a un costado de la estación de trenes de Buenavista, lugar donde aún pervive, aunque el paso de los años y la apertura social y política lo han convertido en reducto de freaks, para los menos, y de mercaderes disfrazados de rebeldes, para los más.
Basta notar la presencia de un grupo de vigilancia que, con el pretexto de cuidar que no haya drogas ni desmanes, patrullan armados con garrotes entre los puestos, a cuyos dueños les cobran 400 pesos por instalarse, so pena de desalojarlos a punta de chingadazos.
Si al fin de la era del Acuario, el amor y paz, le agregamos las obras que culminarán el próximo 17 de mayo con la inauguración en Buenavista de la gigantesca librería pública José Vasconcelos, así como la estación de transferencia multimodal que conectará el metro y los microbuses con los anunciados trenes interurbanos, no hay que ser un genio para saber que el Bazar del Chopo tiene las horas contadas.
Aun así, si le hacemos caso al Muletas, voz líder del grupo punk Mexicanos y Mexicanas e infaltable asistente al bazar, donde gracias a su habilidad con las manos y a pesar de la polio le ha puesto en la madre “a más de un ojete”, el Chopo, al igual que el rock y el futuro del país, “son una completa mierda, pero es la única mierda que tenemos”.
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