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REPORTAJES METROPOLITANOS

ASFALTO

* Política Equivocada, la Extinción

  de Barrios en la  Ciudad de México

 

Por  MANUEL MAGAÑA CONTRERAS

Es un hecho que la solución a los problemas que padece el país se ha detenido, a consecuencia  de los acelerados tiempos políticos que vivimos.  La propaganda electoral nos invade por doquier y difícilmente existe un momento en que no se escuchen los mensajes de los aspirantes a ocupar puestos de elección popular, a partir  de la misma Presidencia de la República, para seguir con gobernadores, senadores, diputados asambleístas y presidentes municipales.
Así, la marcha del país ha entrado en una especie de compás de espera y son pocos los ciudadanos, como Alonso Hernández, del populoso barrio de Tepito, que se ocupan de analizar situaciones que afectan  a la comunidad, como es el caso de la gradual extinción de los barrios en la Ciudad de México. El cambio de vida urbana en la Metrópoli es motivo de preocupación por parte de los tepiteños, puesto que el entorno que es propio de las personas que realmente pertenecen al pueblo,  sufren las metamorfosis urbanas que dictan actualmente las llamados  “desarrolladores urbanos” que se han enriquecido hasta el escándalo con la construcción de viviendas en todo el Distrito Federal.
Construir vivienda, para luego venderla a  los millones de solicitantes que no tienen el cuidado de ver que los pequeños departamentitos que se les ofrecen, “con grandes facilidades, par pagar  en 30 años”, es una de las formas de rápido enriquecimiento propician la actual administración federal a cargo de Vicente Fox.  
Estudios realizados por Alfonso Hernández, quien se caracteriza por sus preocupaciones de siempre para la comunidad, revelan que el mayor daño que se hace a los barrios consiste en la ilimitada edificación de los micro-departamentos, porque  ello supone  demoliciones de vecindades donde han vivido durante generaciones, de padres a hijos, ininterrumpidamente.
Hernández señala que en Tepito,  las vecindades se encuentran a punto de desaparecer, igual que en Peralvillo, la colonia Vicente Guerrero o las barriadas de Mixcalco, San Antonio Tomatlán,  Santiago Tlatelolco, La Palma, San Miguel o San Lucas. Cree el investigador urbano que  las autoridades federales que permiten  la edificación sin límites de  vivienda que se ofrece al público a base de precios que escapan a as posibilidades de muchas personas pobres, están incurriendo en el grave  error de  propiciar la salida de los antiguos vecinos, para recibir a quienes son extraños en el lugar pero que tienen dinero suficiente para adquirir el compromiso de pagar y pagar mensualidades a lo largo de varias décadas, independientemente de cubrir   el importe del enganche.
Alfonso Hernández afirma que se cometen actos de irresponsabilidad contra la sociedad, de parte de quienes  inducen a la gradual despersonalización vecinal en las zonas más antiguas de la Ciudad de México. Afirma que está de acuerdo con el recientemente fallecido actor , compositor y guionista, Jesús Camacho Villaseñor, conocido como  “Pedro de Urdimalas” , quien dijo que  los barrios son  el mejor adorno para las ciudades al ser equivalentes  a las barbas de un rebozo, porque “cuando los rebozos no tienen barbas, entonces se ven rabones y con las grandes ciudades sin barrios, ocurre lo mismo”.
En Tepito se prepara una especie de Seminario para abordar todos estos problemas. Por principio, los tepiteños estiman que la administración de Vicente Fox  ya no debe propiciar ilimitadamente que las grandes corporaciones extranjeras continúen con su política de apoderarse del suelo urbano para enriquecerse a costa de la personalidad y la identidad de la capital mexicana, como ocurre en la delegación Benito Juárez, donde un elevado porcentaje de la tierra ya está en poder de especuladores urbanos, sin que las autoridades federales, tal como corresponde a sus atribuciones, intervengan a favor de los vecinos  que son desplazados hacia la periferia capitalina.
Indica Hernández que los latifundistas urbanos construyen departamentos de tan pequeñas dimensiones, que muchos no llegan ni a los 40 metros cuadrados de superficie, lo cual crea promiscuidad,  relajamiento de las costumbres .y  generación de rencores que  derivan en  mayores porcentajes de inseguridad.
 

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