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REPORTAJES METROPOLITANOS

CARTA A LA JORNADA

“...a los mexicanos nos urge poner fin a las impunidades de todo tipo”.
Carta de renuncia como secretario particular de Vicente Fox. Alfonso Durazo Montaño
A LA OPINIÓN PÚBLICA
Sabido es que en México poco o nada se cumplen las leyes, y que las instituciones públicas no respetan a los ciudadanos, excepto si éstos cuentan con dinero.
Por ello,  sería inútil presentar una denuncia formal contra un personaje cuya imagen ante la sociedad es la de una persona democrática y progresista con elevado grado de nobleza y de moral, pero que en realidad oculta a un ser que se ha apropiado de un bien común en su beneficio particular, que censura soterradamente a quienes reclaman su proceder, y que practica al igual que los líderes gubernamentales, la socorrida indiferencia del “ni nos ven ni nos oyen”, tan común en nuestro país acogotado por prepotentes con mentalidad dictatorial.
Debo advertir que nada tiene que ver tan deshonesta conducta con el magnífico equipo técnico y periodístico que constituye el verdadero cimiento de este medio comunicativo.
Ante el fracaso de la petición de diálogo y comprensión, el único recurso viable que tengo es dar a conocer los hechos a la opinión pública para que ésta los juzgue, ya que la corrupción debe denunciarse dondequiera que se encuentre.
El siguiente escrito, que no mereció respuesta de tan encumbrada figura, cuya vanidad se refleja en cada artículo del diario, que debe indicar quién manda a cada uno de los que ahí escriben, algo insólito en el periodismo nacional.
            México D.F. abril 14 de 2004.
Señora Carmen Lira,
Directora de La Jornada:
Hace más de diez años usted sentenció: “Nada de lo que usted escriba le publicaremos en La Jornada”.
Su dicho, teléfono mediante, respondía así a mi insistencia, en ningún momento ofensiva, de que se insertara en el diario una denuncia contra Teléfonos de México.
Cumplió usted su palabra. Cuanto escrito envié posteriormente a La Jornada jamás vio la luz, y tampoco me entrevistaron por la publicación de alguno de mis libros.
Después de tanto tiempo de injustificada represión, le pregunto ahora: ¿Ya puedo ver impreso en “nuestro” periódico mis comentarios políticos y culturales? Espero que su respuesta sea positiva.
Otro asunto. Como fundador de La Jornada, poseo acciones que, por misteriosos motivos fueron clasificadas de tipo “B”, razón por la cual se me ha impedido participar en las asambleas de accionistas. Cuándo y porqué el poco dinero que logré aportar valía menos que el colocado en el rango “A”, lo ignoro y no recuerdo que se haya dicho algo al respecto en aquella “reunión de iguales” (así dice el número bajo cero, del 29 de febrero de 1984), que dio origen a La Jornada en la planta baja del ahora llamado Word Trade Center. Por cierto, mis acciones dicen ser del tipo “preferentes”, en vez de decir “menospreciadas”.
Por todo ello deseo saber:
¿Puedo tener derecho a la palabra en las asambleas de accionistas, o estoy sentenciado a callar para siempre en un proyecto en el cual participé, por lo que veo, con mucha ingenuidad?
Luego de tantos años, ¿tengo derecho a recibir utilidades que obvia y palpablemente las ha habido? O, como en el inciso anterior, ¿podré hacerlo a un paso de la tumba o fue una inversión a perpetuidad?
Las diferencias entre unas y otras acciones, ¿quién y con qué criterios se establecieron?; ¿el dinero de unos valía menos que el dinero de otros?
¿A cuánto tengo derecho en este momento por dichas acciones? (No tengo trabajo y debo venderlas).
Como experta que es usted en “nuestro” diario, le solicito sean respondidas mis dudas lo más pronto posible.
Muchísimas gracias.
Max Mendizábal
Manuel González 302 F 1324.
Tlatelolco, 06900, D.F. 

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